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Valor

El chico alzó la espada reluciente frente a su destino. Era una criatura enorme, de escamas blancas y alas vaporosas como nubes. El dragón, con una mirada de todos los colores exhaló tal bocanada de aire caliente que penetró a través del metal de su armadura.

<<Ser valiente es no tener miedo>>; le decía siempre su padre. <<Creo que la falta de cordura es lo que les hace valientes>>, le murmuró ella mientras cogidos de la mano veían la puesta de sol. <<La valentía se gana en las batallas>>, le confesó su hermano.

Acabó por pensar todas esas cosas. Lo creyó firmemente y luchó en batallas, perdió el miedo y se volvió loco. Y aun así seguía siendo solo un chico. Su hermano estaba muerto, su padre siempre estaba fuera peleando y ella seguía sentándose en aquella colina cada tarde, esperándole mientras el sol caía.

Pero ser valiente no era nada de eso. Porque su miedo había vuelto, y porque aquella criatura era cien veces más grande que él. En realidad, el miedo siempre había estado ahí. Y ahora era pequeño, solo un chaval con una espada.

Una lágrima rodó por su mejilla. Dio un paso adelante. La criatura le miró. Se suponía que tenía que matarla, porque su hermano jamás pudo hacerlo.

Dio otro paso. Otra bocanada y estaría muerto.

Un paso más.

Se quitó el casco, dejó su espada clavada en el suelo y se colocó recto, desafiante, frente a él. Ya ni siquiera quería matarle, solo necesitaba dar la cara por su hermano y morir dignamente. Y aunque tenía miedo, completamente desarmado apretó los puños y siguió caminando. Los ojos del dragón eran como enormes espejos. Y cuando esos ojos le miraron, pudo verse a sí mismo. Pero ya no parecía su reflejo.

El auténtico valor, eso fue lo que vio. Un valor que no nace matando. Un valor incapaz de residir en alguna espada.

El dragón agachó el cabeza, sumiso, porque un valiente había nacido.

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